Enajenación

Alejandro Manuel López Garrido

Hoy me quejo del delirio y del disparate; de la ausencia de voluntad cuando nos posee el instinto, es decir, cuando las circunstancias nos devoran la razón y sólo afloran los sentimientos como pompas en aceite hirviendo. Los sentimientos son la lectura mental de lo que sucede en el cuerpo. ¿Qué le sucede al cuerpo? Oxitocinas, dopaminas, serotoninas, felinananinas, epinerfrinas… todas ellas revolviéndose en una orgía glandular al compás de las guitarras de Extremoduro mientras hundía el pié en el acelerador. Hoy mi queja va contra mí mismo, por gilipollas y por sumamente gilipollas; por mentir a quemarropa y consolar mi agonía sobre el asfalto.

A muchos kilómetros por hora empezó a dibujarse en el horizonte una figura confusa, y a través del cristal empañado pude distinguir el parque donde di mi primer beso a aquella lituana de ojos verdes. En mitad del parque, justo al lado de un jardincito, estaba aquel banco donde jugamos aquella tarde a ser sinceros.

-¿Y a ti que te gustaría hacer antes de morir?

-Besarte.

Tuve que parar el coche. Dicen que el primer amor es el verdadero y que los demás son para olvidar. Yo eso lo veo absurdo, básicamente porque la primera persona a la que empezamos a querer y que nos quiere es nuestra madre. De aquí en adelante prometo ser más sincero con mi madre y no hacer el gilipollas con el coche, por muy enajenado que esté.

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